lunes, 22 de septiembre de 2014

Nuestros días de gloria ACTO I

NUESTROS DÍAS DE GLORIA



Personajes:
SADIRA, princesa mora.
RODRIGO, soldado cristiano.
FARIS, hermano de Sadira.
HAKEM, padre de Samira y
sultán de Hanteq.
SABINAH, criada.
ANEESA, criada.
FERNANDO, general cristiano.
AZHAR, madre de Sadira.
Soldados moros y cristianos, consejeros y demás
gente cercana al sultán.


La acción ocurre en Hanteq, escenario bélico de enfrentamientos

comunes entre árabes y cristianos.




ACTO I

(La acción ocurre en el jardín del palacio del sultán. Sadira, la bella hija de Hakem, monarca de la región de Hanteq, está leyendo una moaxaja mientras Sabinah, su criada, le peina su largo y moreno cabello.)


ESCENA I


VOZ EXTERIOR: ¡Princesa! ¡Princesa! ¡Déjame entrar para contemplar tus ojos! ¡Para decirte lo bella que eres y lo mucho que me arrepiento de haber nacido bajo sangre cristiana, pues no puedo corresponderte!

SADIRA: ¿Qué son esas alarmantes y desesperantes voces?

VOZ EXTERIOR: ¡Princesa! ¡Oh, princesa! ¡Si tan solo supiera tu nombre para poder grabarlo en mi memoria! ¡Si tan solo lo supiera!

SADIRA (enfadada): ¡No puedo concentrarme! Por favor, Sabinah, ve a ver quien molesta más de la cuenta allá fuera.

(Entra Aneesa cuando Sabinah hace el amago de salir del jardín)



ESCENA II

ANEESA: Señora mía, un loco majareta intentó entrar anoche en el palacio, y hoy sigue insistiendo en hacerlo. ¡Está ahí fuera dando voces como un condenado!

SADIRA: ¿Quién es?

ANEESA: Se hace llamar Rodrigo. Mi sabia conciencia me hace saber que no es bueno que lo conozcáis.

SADIRA: ¿Por qué no puedo conocer al culpable de este escándalo?

ANEESA: Es cristiano, señora. Vuestro padre os ha prohibido que os acerquéis a todo ser viviente con sangre cristiana.

SADIRA: Tienes razón. Tengo que ser prudente. Mi padre puede verme en cualquier momento si decido llamar la atención a ese canalla. ¡Dile que se vaya!

ANEESA: Enseguida, mi señora.

(Sale Aneesa. Las voces se paran tras unos minutos. Después, la criada vuelve)

ANEESA: Está llorando.

SADIRA: ¿Llorando? ¿Qué le pasó ahora?

ANEESA: Insiste en veros. Dice estar enamorado profundamente de usted.

SADIRA: ¿Enamorado de mí? ¡Eso es un disparate! Ese hombre no me conoce.

ANEESA: Dice haberos visto por los jardines de vuestro padre, paseando con una elegancia y una realeza propias de la perfección.

SADIRA: Está bien. Ya que no se calla iré yo misma a decirle que se vaya.

SABINAH: Pero, mi señora, no puede hacer eso. ¡Os puede ver algún soldado o vuestro padre!

SADIRA: Andaré con cuidado. Ese caballero ha despertado mi curiosidad. A lo mejor después de verme se digna a marcharse.

(Sale la princesa)

SABINAH: ¡No sabe lo que hace! ¡Van a descubrirla!

ANEESA: Tenemos que avisar a su madre. Ella sabrá que hacer.

SABINAH: Vamos, vamos.


ESCENA III


(Entra Sadira un poco asustada, y ve a Rodrigo sentado entre los arbustos,
secándose las lágrimas).
SADIRA: ¿Me querías a mi?

RODRIGO: ¡Bendito sea el cielo! ¡Dios ha escuchado mis plegarias! ¡Te he vuelto a ver!

SADIRA: No te conozco de nada, cristiano. Qué quieres de mí.

RODRIGO: Lo que yo quería de ti ya lo tengo.

SADIRA: Entonces, ahora que he hecho acto de presencia, volverás a donde perteneces. Si algún soldado de mi padre te descubre entre estas hierbas tan próximas a palacio, te matarán.

RODRIGO: No me importa morir ahora que mis deseos se han cumplido.

SADIRA (impaciente): ¡Vamos, vamos! ¡Debes irte! ¡No diré nada!

RODRIGO: ¿No vas a delatarme? ¿Ni siquiera a nombrarme?

SADIRA: No te conozco de nada. Y yo no sé de qué me conoces a mí, pero no voy a condenar a un hombre que sólo quería verme en persona.

RODRIGO (acercándose): Pero...soy cristiano. Soy tu enemigo. Soy malvado.

SADIRA: Hace nada estabas llorando porque no podías verme. Sufrías porque la persona de la que estás enamorado no acudía en tu consuelo. No debes de ser tan malvado.

RODRIGO: Entonces, ¿crees mi sincero amor?

SADIRA: Sí, lo creo. Pero yo no te amo...y debes irte.

RODRIGO: ¡Déjame demostrarte que el amor no entiende de batallas, ni de razas!

SADIRA: Por favor, no me lo hagas más difícil...

(se oyen pasos ligeros)

SADIRA: Debo irme, ¡tú también te tienes que marchar, o si no te matarán! ¡Vete, loco, vete!

RODRIGO: ¡No! ¡Vente conmigo! ¡Te llevaré a un lugar donde estés a salvo conmigo!

SADIRA: ¡Tienes que irte! ¡Debes olvidarte de mí! ¡Adiós, adiós!

RODRIGO: ¡Dime al menos tu nombre, dímelo!

SADIRA: ¡Adiós!

(Sale)

RODRIGO: Estoy más dolido de lo que estaba cuando aún seguía en su jardín...¡Qué voy a hacer! Me enamoré de la persona equivocada en el momento más equivocado. Y ahora que ella ha hablado por primera vez conmigo en persona, los pasos del Infierno la han ahuyentado y se ha ido. Pero se ha despedido de mí, y eso es un avance. Estoy seguro de que puede llegar a ser mía, así que no dejaré de intentarlo, hasta morir. ¡Mañana por la noche, sí! ¡Mañana por la noche entraré en su habitación haciéndome pasar por su criada, y aquellos corazones que latían y que lloraban mil ríos de cristal por ella no la volverán a ver más! ¡Yo mismo la libraré de su prisión de piedra! ¡Jurado por el Altísimo queda!

(Sale corriendo) 

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