domingo, 13 de agosto de 2017

Medusa



Los hombres más ancianos se sentaban a descansar cerca de los restos de la hoguera de la noche pasada. Se secaban el sudor con un pañuelo viejo y medio roto, mientras que los más jóvenes cargaban cestos cargados de especias y pescado, ayudados de las mujeres. Los largos carros que rellenaban los huecos entre las inmensas carpas esperaban impacientes la llegada de la mercancía. Hacía tanto calor que todos teníamos la impresión de arder, incluso de formar parte de aquella hoguera que ya expiraba bajo los rayos del astro rey.
            Me sacudí la arena de la túnica y me até bien las sandalias. Caminar por aquella arena era un largo calvario que se acentuaba con las brasas imaginarias que se clavaban entre los dedos. Altair estaba rodeado de un grupo de gente que lo observaba atentamente. Cuando contaba alguna historia de las suyas, todos los niños le tiraban de la parte baja de la túnica y le pedían que les destripara el final. Las madres se limitaban, desde una distancia prudente, a oír aquellas palabras. Y cierto es que Altair tenía una forma de contar impresionante. Movía todo el tiempo las manos, buscando llamar la atención con sus palabras y gesticular los hechos que por su propia boca se narraban. Como decían los más sabios, la juventud era digna de guardar uno de los tesoros más nobles del ser humano: el hecho de contar, de sentir, de emocionarse, de vivir intensamente.
            - ¡Esta noche os contaré la historia de la temible Medusa! - les decía a los chavales que se arremolinaban al nivel de sus rodillas.
            Aquella noche, Altair se sentó en la hoguera, que volvía a arder como la noche anterior, y llamó al fuego a todas aquellas personas que quisieran oír la historia más interesante y perturbadora de sus vidas. Algunos decían que el joven juglar era un loco que se inventaba las historias más extravagantes para poder encajar en el grupo y ser aceptado por todos los nuestros. Otros, en cambio, preferían creer que Altair respiraba de la magia de sus historias, de las sonrisas de aquellas madres que disfrutaban viendo a sus hijos emocionarse con los cuentos que relataba. Altair era feliz con los niños, con el cielo estrellado acogiendo sus historias y con los corazones felices de aquellos que dedicaban un rato antes de irse a dormir para ser ellos mismos.
            - Deja de contar cuentos de viejas y ayúdanos a cargar los últimos fardos. Estoy seguro de que los comerciantes de la Gran Ciudad van a agradecer más lo que contienen nuestros sacos que tu palabrería simplona.
            Altair hacía oídos sordos a los demás jóvenes, que además de cargar la mercancía con aires de héroe, siempre se vanagloriaban de su increíble físico. Las chicas estaban locas por ellos y por su piel morena. Pero a él no le importaba nada de eso. Altair estaba acostumbrado a ser interrumpido, dejado en evidencia o incluso humillado. Los fortachones no significaban nada para él.
            Cuando el manto celestial parecía estar más lleno de pequeñas bolas de fuego, Altair atizó las llamas de la hoguera y apartó algunos trozos de madera quemada a un lado.
            - Hoy aprovecharé la noche tan oscura para contaros una historia muy negra, muy triste, desgarradora-. Altair levantó los brazos para dar sensación de dramatismo a su relato- Medusa, para algunos, una cruel criatura que tiene serpientes en vez de cabellos, y que también posee una gran cola de reptil. Aunque eso no es lo peor. Tiene escamas por todo el torso y en vez de ojos tiene dos bolas de fuego que pueden petrificar con la mirada a todo ser viviente. Un monstruo aterrador, sin duda- Vio que algunos niños se estaban empezando a asustar. Bajo los brazos por si acaso la cosa iba a más-. Pero ¿y si os digo que su verdadera historia no tiene nada que ver con la imagen con la que fue recordada para toda la eternidad? Detrás de cada hombre, o de cada mujer, se esconde una increíble verdad. Detrás de cada criatura malvada y llena de odio, se esconde un noble y gran corazón. Medusa no siempre fue tan malvada como pensáis. Nunca fue aquel monstruo que se enfrentó a Perseo y salvajemente lo intentó matar. Medusa era una mujer, una persona mortal e igual que nosotros. Pero el destino no siempre tiene reservado un futuro dulce a aquellos que nacen afortunados.
            » Hija de Forcis y Ceto, Medusa fue engendrada en el mar, hogar de sus padres. Cuenta la leyenda que el día de su nacimiento, Forcis, su padre, la recogió en la orilla al ver que la niña salía del agua caminando sobre la superficie. Era de una hermosura increíble: ojos azules perla, cabello cobrizo y rostro ancho. Sus hermanos y hermanas, todas criaturas horrorosas y deformadas debido al linaje monstruoso de Ceto, acogieron a la pequeña Medusa con dulzura y curiosidad, excepto una: Esteno. Junto con su hermana, Euríale, permanecía atenta a toda oportunidad para eliminar a aquella muchachita odiosa tan bella como el brillo de las aguas del mar. Y es que no podía tener más razones, ya que Medusa no destacaba solo por su belleza, sino también por su encanto e inteligencia. Creció fuerte sobre la tierra, entrenada por el centauro Alphard, amigo de su padre Forcis, en el arte del arco, la lanza y la lira.
            Se cuenta que a veces Medusa se sentaba sobre una roca y deleitaba a todos los presentes con su lira, para después centrar su entrenamiento en la práctica del arco. Según Alphard y su séquito de centauros, la joven gorgona superaba en este arte a las amazonas de las islas del sur y a las valquirias de las tierras del norte. En las crónicas de estas tribus de seres medio hombres medio caballos habían aparecido escritos referidos a Medusa que cuentan que la joven había defendido el poblado donde vivía de los saqueadores. El poderoso arco de Medusa había conseguido más de doscientas bajas. Y por ello fue recordada en las letras de los sabios del bosque.
            Pero Esteno, su envidiosa hermana, había convencido a su padre, Forcis, de la naturaleza malvada de Medusa, haciéndole creer que un día volvería para arrebatarle el trono del mar. Forcis, enloquecido, hizo hundir la isla donde vivía su hija, causando un desastre gigantesco que extinguió el legado de varias criaturas fantásticas y que hoy no creeríamos que existieron. Esteno sentía un odio infinito por su hermana pequeña y estaba dispuesta a hacerle la vida imposible, aunque estuviera a millas y millas de distancia y su hermana Euríale hubiera desistido de acabar con la favorita de sus padres. El desastre, a pesar de saldarse con las bajas de varios amigos y protectores de Medusa, acrecentó la ira del emperador de los mares, el dios Poseidón, el cual pidió a Forcis un sacrificio para remediar la ofensa que tanto había manchado su honor de protector de la estabilidad del océano. El anciano padre, movido por los hilos tétricos de su hija mayor Esteno, invocó su magia acuática para capturar a Medusa y entregársela a Poseidón sin ninguna pizca de piedad. Se cuenta que, durante los siguientes cincuenta días, a la par que se oía los chillidos de Medusa al ser brutalmente violada, también se podían escuchar las risas malévolas de su hermana mayor por haber llevado a cabo triunfalmente sus planes. Cuando Poseidón devolvió a tierra a Medusa, los centauros la encontraron delirando, con fiebre, ensangrentada y débil. Aquella parecía más una anciana enloquecida que una bella musa del mar. Alphard la curó sin rechistar.
            Medusa tardó varias semanas en recuperarse, pero a pesar de que todo ya había pasado, el horroroso recuerdo de su violación la taladraba todas las noches cuando dormía. Tres veces agradeció su condición de mortal para quitarse la vida cuando se enteró de que llevaba en su vientre el hijo de un dios. Pero no tuve suerte ninguna de las veces.
            - No es el hijo de un dios- le decía a su viejo amigo Alphard-. Es el hijo de un criminal. ¡Juro por mi vida que desafiaré a todos los dioses con tal de acabar con la luz eterna del dios de los mares! ¡Criminal! ¡Criminal! ¡Mil veces criminal!
            En ese momento, una ola gigantesca se elevó a lo lejos, en el amplio horizonte. No hicieron falta muchos minutos para que estallara contra la orilla y ahogara al centauro, dejando a Medusa sola y desamparada. La ira de Poseidón había hecho acto de presencia. A partir de aquel entonces, los demás se alejaron de ella, creyendo que estaba maldita. Medusa, por su parte, rehusó de relacionarse, aislándose a una cueva en lo más alto de una montaña, eternamente marcada por el estigma de su violación y su desgracia.
            Un día ventoso de verano, Medusa conoció a un joven pastor llamado Orión, el cual solía sacar a pastar a su pequeño rebaño por la montaña. La joven, temerosa de que el chico se asustara de su aspecto tan sucio y demacrado, echó a correr en cuanto lo vio, aunque no tardó en sentir curiosidad cuando el joven se dio cuenta de su presencia y se acercó a preguntarle si estaba perdida. Medusa asintió y aceptó la oferta de pasar una noche en su cabaña. Pero mientras dormía en el lecho tan humilde que Orión le había ofrecido, se despertó de repente por un escalofrío y notó que la Luna proyectaba una sombra monstruosa en la pared de piedra. Al volverse, Orión dio un salto hacia atrás, vela en mano y aterrado por la reacción de la joven.
            - Estabas hablando en sueños. Creía que podrías necesitar algo…o el hijo que llevas dentro.
            - No…en realidad, estoy bien. Te…lo agradezco.
            Los meses pasaron, y Medusa decidió quedarse a vivir con él. El parto no fue fácil, aunque el niño nació sano y salvo, lejos de las garras de Forcis y Poseidón. De nombre le pusieron Pegaso. Pero la suerte se volvió a truncar cuando, un día frío de tormenta, Medusa se dio cuenta de la temible verdad. Aquel pastor en el que había confiado no era otra que su malévola hermana, Esteno, la cual se había disfrazado de ser humano para vigilarla y proyectaba sombras monstruosas sobre la superficie de la pared, dejando ver su verdadera identidad. Aquellos cabellos de víbora y cuerpo grueso como un tronco del árbol le resultaban familiares a Medusa. Pero sobre todo el sonido de su temible cola; ese sonido tintineante que siempre había caracterizado a Esteno y que se plasmaba en lo más oscuro de sus sombras pétreas.
            Cuando Esteno se dio cuenta de que Medusa sabía la verdad, arrastró de los pelos a su hermana y a su hijo y los llevó hasta un acantilado cercano, también muy cerca de la cueva donde se había refugiado tras la muerte de Alphard. Invocó a la diosa Atenea y le ofreció el cuerpo del bebé, el cual rugía al mismo tiempo que los truenos de la tormenta. Atenea, la todopoderosa del saber y la justicia, aceptó el bebé como sacrificio por la ofensa acometida a su tío, el dios Poseidón, y transformó a Medusa en un horrible monstruo con cabellos y cola de serpiente y escamas por todo el cuerpo. Su belleza quedó deformada: sus dientes se transformaron en colmillos, sus bellos ojos perla en ojos de reptil y su boca en una fea hendidura torcida. La diosa Atenea, enfurecida por la presencia de aquella horrible criatura que había creado, le dijo así:
            - Medusa, atrevida y colérica criatura. Huyes de tu destino como un lobo huye de los bosques para presentar respeto a la Luna. A partir de hoy no serás nada más que un monstruo, como toda tu familia, como ha de ser. Tu destino solo puede ser justo cuando vivas sola, sin nadie, exiliada a esa cueva cercana donde meditarás todo el daño que al Mundo has hecho. Y vivirás eternamente, atormentada hasta el fin de los días. En cuanto a tu hijo Pegaso, nacido de la más absoluta corrupción y el más indeseado caos, también se convertirá en criatura. Ese es tu castigo por perturbar el orden del Universo- Luego se dirigió a Esteno y con voz imperiosa le gritó- Y tú, vil hermana, envidiosa en cada una de las miles de gotas de sangre que te corren por el cuerpo. Tú también recibirás tu castigo por tu maldad y tus malas intenciones. A partir de hoy, aunque tu hermana reciba este aspecto tan monstruoso, ella será inmortal, privilegio que gozabas tú antes. Y, en cambio, solo tendrás el poder de petrificar con la mirada como único método de defensa, ya que serás mortal, como lo fue Medusa. Al contrario que tu hermana, siéntete afortunada, pues te concedo la libertad. Y recordad- De la mano izquierda de Atenea surgió una lanza de luz- Nadie escapa de la mirada de los dioses.
            Y desapareció tras sumergirse en un océano de luz y niebla. Medusa se contempló las garras que Atenea le había regalado mientras su hijo Pegaso levitaba por los aires y se transformaba poco a poco en lo que iba siendo un corcel alado. La inmensidad de sus alas y la larga cabellera blanca le daban un aspecto fiero y salvaje. Desapareció en la niebla tras mirar por última vez a su madre y echar a volar entre lágrimas.
            - ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!
            Medusa gritaba y gritaba, pero Pegaso ya se había alejado lo suficiente para no oír a su madre. La voz de la gorgona retumbaba en el agua del mar, como si un demonio estuviera chillando desde las profundidades marinas. Medusa, asustada por la gravedad de su voz y por la reacción agresiva de las miles de culebras que tenía como cabellos, resbaló con una piedra y chocó su espalda contra la larga cola de serpiente. Conmocionada, se dio cuenta de que su hermana Esteno, convertida en mortal, había huido despavorida.
            Pero la venganza de Medusa solo había hecho nada más que comenzar. Se armó con su arco y un escudo de bronce y juró buscar a su hermana por cielo y por tierra hasta encontrarla. No descansaría hasta ver la cabeza de Esteno pegada a su recién elaborado escudo. Por su parte, Esteno se intentó esconder, con las pocas facilidades que la mortalidad le había dado, pero nadie era rival para la nueva Medusa, aquel monstruo guerrero que había desarrollado habilidades nuevas y mejorado otras. Esteno fue arrastrada por los dientes hasta la cueva de su hermana menor, donde allí, a pesar de los gritos desesperados de la desdichada gorgona y la intervención inútil de Forcis y Euríale, Medusa le clavó una fecha en el pecho a Esteno y luego le rebanó la cabeza de un tajo, no sin antes decirle:
            - Hermana, te mataré antes de que se consuma mi venganza. Una flecha en tu corazón sentirás antes de que la cabeza del cuerpo te desgarre y la plasma en mi escudo. Tendré una cosa contigo que tú conmigo no tuviste: piedad.
            Acto seguido, arrastró el cuerpo de su hermana al mar y vertió su sangre en él, tiñendo el agua de rojo, por lo que algunos pastores y campesinos dicen haber visto el mar rojo por algún lado, al este. Con la cabeza hizo lo prometido. Con un poco de sangre reseca, la colocó en el escudo de bronce y le abrió la boca, en señal de derrota. Dicen que la noche de la venganza, las carcajadas de locura de Medusa se oían a miles y miles de leguas.
            Cuando Perseo llegó a la cueva de Medusa por orden del rey Polidectes y guiado por la diosa Atenea, la cual todavía sentía una furia incontenible hacia la Gorgona, se encontró a Medusa frente a frente, cultivada en medio de la oscuridad. Pero, a pesar de las advertencias de los viejos de que la criatura mataba con la mirada, Perseo, en un descuido, no había podido resistirse a mirar aquellos feroces ojos. Y, efectivamente, al conceder Atenea el don de la petrificación a Esteno y no a Medusa, Perseo no sufrió las consecuencias de convertirse en piedra. Cuenta la leyenda que no lucharon, que una simple mirada bastó para que Perseo comprendiera la dureza de aquellas pupilas monstruosas. Medusa soltó el arco y el escudo e invitó al héroe a sentarse. Toda la noche se pasaron hablando, cada uno le contó su historia al otro, emocionados, para después llorar desconsoladamente al alba. El héroe había conocido por fin la verdadera historia del villano. Atenea, que estaba dispuesta a debilitar la inmortalidad de la Gorgona para que Perseo acabara de una vez por todas con ella y así la diosa pudiera limpiarse de todo asesinato posible, quedó horrorizada ante la inesperada compasión, y huyó enfurecida sin saber qué hacer.
            Perseo se apiadó de Medusa y le prometió no acecharla, a pesar de que no se había creído que ella era completamente inmortal. Medusa, como regalo por su comprensión, le entregó la cabeza de su hermana, Esteno, la cual arrancó del escudo para dársela al héroe. Y así, gracias a su enemigo, Perseo pudo matar al lujurioso rey Polidectes y a Ceto, monstruo marino y madre de las gorgonas, que acechaba a la bella Andrómeda. La mirada paralizadora de Esteno le acompañó siempre, y no la de Medusa, como todos los que escucharon alguna vez la «falsa historia» creen. Así como la que murió no fue tampoco la desgraciada gorgona, sino su hermana, asesinada por Medusa, y no por Perseo, como todos saben. Atenea, ahogada en su propia trampa, enloqueció al darse cuenta de que su plan final para acabar con su enemiga había fracasado e hizo estallar la lanza de luz en los cielos.
            Nadie sabe dónde se encuentra Medusa ahora, pero es cierto que los viajeros, comerciantes y pastores miran dos veces una cueva antes de descansar allí, ya que Medusa sigue sedienta de venganza por los crímenes que nunca cometió. «
            Altair se levantó de un salto y dio finalizada su historia, retirándose a su carpa después de recibir los elogios de los presentes y los múltiples aplausos. Los niños abrazaban a sus madres, incluso algunos lloraban de pena por la desgracia que había impregnado la vida de nuestra valiente protagonista. Algunos jóvenes fornidos que habían llamado la atención a Altair se habían parado a escuchar la historia y, avergonzados por la situación, tuvieron que admitir que Altair era un gran juglar. Cuando el Sol despuntaba por el horizonte y toda la gente ya se había marchado, me quedé sentado junto a la agónica hoguera a sentir el viento fresco de la mañana en mi rostro.

            Me pregunté si el hijo de Medusa estaría volando ahora mismo las tierras del Oeste, buscando desesperadamente a su madre con la ayuda de sus nuevas y torpes alas. También me pregunté si aquella serpentina criatura seguía morando en la cueva donde se encontró con Perseo y le ayudó. A pesar de todo, aunque todo el mundo la rechazaba y había sido culpada de todo tipo de horrores, nadie podía dudar a partir de aquel momento que Medusa conservaba la pureza de su corazón.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Memento mori

Resultado de imagen de memento mori


¿Que quién soy? Es un misterio. En realidad, soy todo y a la vez nada, ya que el sentido de la vida se puede entender con o sin mí. En todas las lenguas tengo un hombre, y siempre me asocian con lo feo, lo malo o lo no deseado, aunque, en mi humilde opinión, no tengo nada que ver con todo eso. Tampoco sé cuándo nací y si alguna vez dejaré de existir, ya que parece ser que mi oficio es eterno y esencial para la naturaleza. Quizá ni nací, ya que es todo lo contrario a quien realmente soy.
Con miedo y admiración, cada vez nos preocupa más la muerte, por llamarla de una manera, ya que, en realidad, su nombre correcto sería «fin de la vida». En ocasiones, la creencia popular nos ha envenenado la mente para que vivamos aterrados por la llegada de esta compañera de viaje, que nos sigue en todo momento y nos puede sorprender cuando menos nos lo esperemos. Pero dejémonos de formalidades.
Morir no da miedo, en ninguno de los casos. Y diréis, ¿y aquél que está enfermo y sabe que dentro de dos meses su vida a terminar? Exacto. Tiene miedo porque sabe que sus pies no van a pisar más este mundo, o quizá dejó algún asunto pendiente por el cual esté aterrado y agitado. Sin embargo, el hecho de «morir» tal y como lo conocemos, no produce terror, no asusta, no da miedo. Porque, sinceramente (y realmente), dejamos de existir. Y como oí alguna vez, cuando nuestro corazón late y somos conscientes de que estamos vivos, la muerte (o el fin) no está. Y cuando ella nos lleva, ya no pensamos, ni somos, ni existimos. Por lo tanto, al no existir, no podemos sentir miedo.
La preocupación es otro punto importante. Últimamente, me da la sensación de que todo el mundo está preocupado por la muerte. Es decir, están más pendientes de morir que de vivir. Y, afortunadamente, somos conscientes de una realidad que nos rodea y que podemos disfrutar como especie: la vida, que en ese sentido sería un regalo, ya que justificaría nuestra propia existencia. Si existimos, si pisamos el suelo y respiramos el aire, es gracias al concepto de vida, por mucho amor que tengamos a nuestros padres. Gracias a ella, ellos existieron antes, y antes que ellos, nuestros abuelos, y así. Y ya tenemos suficientes problemas durante nuestra vida como para preocuparnos de algo que, cuando llegue, no se podrá percibir por los sentidos. En otras palabras, ¿para qué preocuparnos de algo que ni siquiera vamos a notar? Es verdad decir que no nos vamos a enterar cuando llegue el momento de morirnos. Y lo más gracioso es que nos preocupamos de algo que, primero, no conocemos, y segundo, no tiene preocupación alguna, ya que no tiene remedio porque forma parte del ciclo vital de un ser humano. O de un animal o planta. Es decir, morir es natural y como el resto de nuestras etapas vitales, cuando antes se acepte la muerte, antes perderemos el miedo, el cual sentimos sin justificación. En términos generales, ¿nos da miedo ser niños o ser adultos cuando ya lo somos? No. Pues lo mismo al morir. ¿Nos da miedo morir? No. Porque si morimos, no existimos. Y si no existimos, no podemos sentir miedo, por lo tanto, estamos en lo mismo. No hay necesidad de miedo por algo que no nos perjudica. La muerte no es cruel, por mucho que se esfuercen en decirlo algunas personas. Quizás, en su equivocación eterna, les parezca cruel el hecho de que su ser querido se haya ido antes de tiempo. Pero es culpa de la enfermedad, o de la persona que le ha quitado la vida, o de la edad. Por lo tanto, la muerte ahí no tiene nada que ver, no es culpable de nada. Ella solo hace su trabajo.
También es interesante plantearnos el concepto de vida después de la muerte. Y a veces resulta tan sencillo y tan lógico que cuesta no poner en duda las creencias de multitud de personas que basan su fe en la vida eterna. En primer lugar, ¿qué éramos antes de que naciéramos? Mi primer recuerdo, de hecho, fue a los tres años, en el campo con mis padres y mis abuelos. El resto de mis memorias anteriores a ello lo he ido construyendo basándome en lo que me contaban y en las grabaciones que me hacían de pequeño. Antes de todo eso (me refiero a cuando estaba dentro de mi madre) yo no recuerdo nada. Y de hecho, a pesar de que algunas personas tienen recuerdos en el útero de sus madres, yo no conservo tal maravillosa reliquia. Es decir, yo antes de mi primer recuerdo, para mí, no era nada. Pero para los demás sí, ya que yo en ese momento existía porque tenía tres años y ya llevaban un buen rato conociéndome. Sin embargo, antes de mi formación dentro del cuerpo de mi madre, ¿yo qué era? ¿Un pensamiento? ¿Dos células? Me atrevería a decir que yo no era nada. Y sin embargo, cuando yo nací y obtuve mi uso de razón, empezó la vida para mí; esa vida de acumular recuerdos, de soportar las situaciones vitales y de seguir siempre avanzando. Y es interesante admitir que, aunque antes del uso de razón yo no conservaba muchas vivencias, yo era consciente de lo que hacía, aunque no lo recuerde, por lo que «soy algo» desde el momento en que nazco.
Antes de mí, según mi pensamiento, ¿tengo algún recuerdo? No. Desgraciadamente, ni estuve cuando Colón «descubrió» América ni cuando Marco Polo realizó sus viajes. Tampoco estuve cuando Catulo componía sus más bellos poemas o cuando las banderas de la libertad derrotaron al absolutismo en la Revolución Francesa. Antes de mí, hubo muchísima Historia, pero que yo no recuerdo al no haber nacido. Y, sin embargo, cuando nací me dio la impresión de que el mundo empezaba en ese preciso instante. Y la verdad fue que soy un granito más, pero el simple hecho de que yo ya en ese momento estaba pensando y existiendo me hacía ver toda aquella Historia lejana. ¿Cómo es posible que hayan pasado millones de años ya en el momento preciso que yo nací? Ahí está la clave. Para el resto del mundo, la Historia continuaba su curso. Para mí, la Nada se imponía en un mundo oscuro donde yo no existía y no me enteraba de la misa la media. Y, sin embargo, cuando yo nací se activó mi conciencia de que el mundo acababa de nacer conmigo. De que todo se había producido en un periquete, desde la extinción de los dinosaurios hasta 1994. Si lo vemos desde esa perspectiva, el tiempo es una de las cosas más increíbles que existen. Y también es una de las más temibles.
Pues bien, si seguimos la línea de que «yo no soy nada hasta que no exista y antes de mí sucedieron muchas cosas de las que yo no me enteré porque para mí solo estaba la Nada», desde mi punto de vista es sabio pensar que «tras mi muerte, es decir, tras ese punto en el que mi vida concluye y cierro los ojos para siempre, la vida seguirá, seguirán sucediendo cosas, pero yo no me percataré de nada porque mi existencia ha terminado». En otras palabras, si solo existía Nada antes de mi nacimiento, después de la muerte solo habrá Nada también, algo parecido a lo que «existía» en Mi Mundo antes de yo venir al mundo en general, es decir, nada. Por lo tanto, el término de «vida eterna» es incompatible con la muerte, ya que si se acaba la vida no puede haber más vida, ya que vida solo hay una y es ese período que está entre Nuestra Nada antes de nuestro nacimiento y Nuestra Nada después del momento de la muerte. Si nos ponemos a pensar seriamente, ¿por qué vivimos si antes de ello no existimos y después vamos a dejar de existir? ¿Para qué sirven todos nuestros logros y toda la formación que acumulamos durante nuestra vida? Todavía es un misterio sin descubrir, aunque por ahora nos conformamos con servir de ejemplo y ser recordados como buenas personas. Pero siempre nos quedará la curiosidad de que por qué se nos activará el botón de vida si al final vamos a morir. Al menos el nacimiento estaría bien justificado si viviéramos eternamente. Pero todo se derrumba cuando comprobamos que en realidad existimos para nada, ya que la muerte está ahí. ¿O no?
El hecho de que nos muramos y no haya nada más después ha hecho que el miedo se apodere de nuestros corazones. De ahí vienen las religiones, cuyos dogmas predican siempre la existencia de una vida celestial. Aunque tampoco podemos dar por seguro que estas religiones se equivoquen, pues yo ahora mismo existo y no sé qué es la muerte porque no ha llegado el fin de mi vida. Tampoco ha venido nadie desde el más allá a decirme si realmente están en un sitio llamado «más allá» y hay más vida después de morir. Aunque prefiero pensar que nos espera la Nada, ya que si hubiera vida eterna de una manera u otra nos hubiéramos enterado (por una señal o algo). A no ser, claro, que sea el Gran Misterio Universal. Este Gran Misterio Universal sería la respuesta a muchas de nuestras incógnitas vitales, como quién somos, a dónde vamos o de dónde venimos. Y lo más importante, ¿por qué vivimos? Puede que todo sea más filosófico y reflexivo que una casualidad de reacciones científicas. Por lo tanto, la justificación de nuestra vida en este mundo estaría oculta en una existencia después de la muerte que nadie puede saber porque es el Mayor Secreto de la Humanidad y la Vida. Es paradójico que el sentido de la vida se encuentre en la muerte. Mientras tanto, solo nos queda divagar.
Para terminar, me gustaría hacer una referencia al sueño, ya que parece ser la tercera pieza en este puzle de vida-muerte-sueño. Imaginemos que un día estamos en el salón de nuestra casa y nos entra un sueño profundo (me refiero con «sueño» al hecho de darnos cuenta de que queremos dormir). Lo más lógico sería descansar e irnos a la cama. Pues bien, imaginemos que nos hemos acostado y nos hemos quedado dormidos. ¿Alguien alguna vez sabría decir en qué momento exacto nos quedamos dormidos? No. Pues la muerte es algo parecido. Es quedarnos dormidos, pero jamás despertar. Si hubiese vida eterna, despertaríamos en algo parecido a la vida que tenemos. Por lo tanto, ¿es la vida eterna despertar de un sueño? Y más importante aún, ¿a dónde vamos cuando soñamos? ¿Alcanzamos dimensiones oníricas o realmente nos transportamos a nuestros recuerdos o a una deformación de estos? Hasta que no nos despiertan, no somos conscientes de que volvemos a existir, aunque nuestro cuerpo está encima de la cama. Y perdemos totalmente la conciencia. Por lo tanto, todo esto me hace llegar a una conclusión: no nos damos cuenta de que nos hemos quedado dormidos, al igual que no nos daremos cuenta del momento de nuestra muerte (es decir, cuando finalice nuestra vida al perder definitivamente la conciencia). En ese sentido, el estado nocturno de «estar dormido» es parecido a la muerte, pero sin final triste, ya que sabemos (y saben) que nos vamos a despertar cuando salga el Sol y comience un nuevo día. Sin embargo, no nos damos cuenta de que ha pasado el tiempo. ¿Nos recuerda a algo? Sí, al momento anterior a nuestro nacimiento. Todo nos parece cortísimo. Por eso podemos extrañarnos cuando vemos que son las seis de la mañana. ¡Qué rápido ha pasado!
En definitiva, la aceptación de la muerte es sabiduría. De hecho, Ella no es nuestro enemigo; al contrario, es nuestra amiga fiel: siempre va a estar ahí para cumplir con nosotros. Y el miedo no tiene sentido, ya que en el momento en que muramos y dejemos el mundo, no nos vamos a enterar, ya que dejamos de existir y ya. Y en ese preciso momento, no nos quedará nada. Y a los que nos rodearon, solo nuestro recuerdo.
No busques la inmortalidad, pues tratar de encontrar la piedra filosofal es imposible. Nadie logrará vencer a la Muerte. Vivir cada segundo y hacer que la naturaleza haga su trabajo. Y así los demás aprenderán.
Solo, recuerda que, al final de todo, debes morir. Memento mori.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Que se la lleve el viento

Resultado de imagen de agujas del reloj



La infernal acusadora
ya ha dado las menos diez.
Y en mi cabeza algo estalla,
algo grita una y otra vez.

Que el silencio que había,
perturbado, ahora está.
Pues si antes daño hacía,
ahora no existe, y hace más.

Y bajando las escaleras,
como Ariel voy maldiciendo,
y al llegar, me dicen: ‘Una sonrisa’,
¡que se la lleve el viento!

martes, 1 de noviembre de 2016

Lilit



«Duérmete, mi Sol, mi cielo. Cierra tus diminutos ojos y agárrate con fuerza a las sábanas azules antes de conciliar el sueño. Si no haces lo que te digo, Lilit vendrá a por ti y te llevará al reino del mal».
Ese es el recuerdo que vagamente recuerdo de aquellos maravillosos días, cuando yo era pequeño y mi madre todavía conservaba su voz dulce y su pelo tan brillante como el Sol al amanecer.
La Luna se estaba acomodando en el cielo con las estrellas cuando aparté la tela perfilada de dorado delante de mí y me dispuse a tocar la tierra seca y oscura. Muchos de mis vecinos contemplaban el admirable paisaje que se presentaba ante nosotros. Todavía nos quedaba bastante camino hacia la Ciudad Sagrada, pero el alivio de que todos estábamos juntos me tranquilizaba bastante. Me sacudí la túnica y lancé una última mirada al interior de mi tienda. Definitivamente, no podía dormir.
La hoguera todavía estaba encendida. Las llamas, tan débiles como un cervatillo recién nacido, luchaban por sobrevivir. Había poca gente por los alrededores del campamento, pero sabía que, al mirar a la izquierda, la figura del Maestro siempre quedaría grabada en el horizonte de aquella oscuridad. Estaba de espaldas, silencioso y dejando que los pliegos de su túnica bailaran con la música de aquella llanura, tan salvaje y acogedora. Visto desde mi tienda, su silueta parecía la de un dios. Me acerqué con cuidado, para no interrumpir su ensimismamiento, y le saludé con la voz casi cortada.
- Maestro, ¿se encuentra bien?
No dijo ni una palabra. Ni se molestó en girarse. Decidí que lo mejor era volver atrás y aceptar la compañía de la hoguera. Quizá dentro de algunas horas, cuando la madrugada se echara sobre el vasto campo de hierbajos y soledad, el sueño vendría a visitarme y me rendiría a sus brazos sin oponer resistencia.
- No te vayas.
La voz ronca del Maestro me sorprendió. Me di cuenta de que me estaba mirando fijamente, con sus ojos negros como el carbón clavados en mí como un gato que quiere cazar un ratón. Disimulando su larga cabellera medio gris, una banda algo vieja se ceñía sobre su cabeza. La túnica era más vieja y desaliñada todavía: sin duda, el cuidado personal no era lo que más le llamaba la atención. A pocos metros de él, me di cuenta por primera vez en nuestra travesía de lo alto y delgado que era. Sus manos, arrugadas y demacradas, mostraban ríos de arrugas por toda su superficie. Los huesos cruzaban el aire hasta perfilarse en lo más oscuro del paisaje.
- Mi tatarabuelo siempre me decía que cuando estás enamorado de un paisaje tan bello como el que estamos viendo ahora, nada ni nadie debe osar interrumpirte- El Maestro sonrió, acariciándome el hombro. - ¿No puedes dormir, muchacho?
- Mi madre sigue enferma- me apresuré a decir. – Suelo tener pesadillas donde aparecemos los dos; yo, cuando era solo un bebé; y ella, tan joven y bella, tan sana, tan guerrera.
El Maestro me quitó la mirada y volvió a clavar su imponente mirada en el horizonte nocturno. Cerró los ojos y dijo en un susurro:
- Verdad es que el amor de una madre es lo más importante del mundo.
El Maestro volvió a girarse y, con su mano, fría como el hielo, sobre mi hombro, me invitó a seguirle. Los dos nos sentamos junto a la hoguera, que expiraba envuelta en las cenizas, y el viejo sabio cogió un palo chamuscado para ponerlo ante mí.
- El amor de una madre puede generar el odio más temible del mundo, muchacho. Un odio que puede remover las entrañas y hasta la tierra si hace falta, igual sentimiento que la leona amenazada cuando ve que sus cachorros están en peligro. Si alguien hace daño a una madre, lo lamentará por siempre.
Conmovido por las palabras tan duras de mi acompañante, el Maestro entendió mi silencio y me dedicó una sonrisa dulce antes de seguir hablando.
- No sé si algún día os he hablado de la dramática historia de Lilit, la primera mujer de Adán.
- No, Maestro. Quisiera sentirme afortunado al oírla.
El Maestro borró su sonrisa de la cara. Miró atentamente a las chispitas tan débiles que había dejado la hoguera y bajó la mirada. A nuestro alrededor, nos habíamos quedado solos.

«Lilit ha pasado a la historia de nuestros ancestros por ser una mujer pecadora, pionera en adulterio y perversión femenina. Pero la gran verdad es que todo ello es una cruel fachada que esconde a la mujer que realmente fue, no la que pintan los cuentos de vieja. En realidad, nuestra protagonista fue una heroína de su tiempo, aquella época en la que Dios era el todopoderoso de las fértiles tierras del Paraíso. Y por ello, por rebelarse contra lo establecido, sufrió la eterna condena que propició su leyenda oscura. Lilit también fue conocida por ser una ladrona de niños excepcional. Casi todas las noches, furiosa por su castigo, asaltaba las cunas de los más bellos inocentes y los raptaba. Algunos dicen que acababa con sus vidas tan puras y juveniles como la flor de la rosa. Otros que los tiene guardados bajo llave en algún sitio infernal. Pero, a mi parecer, aquello habría sido demasiado obvio sino se hubiera tenido en cuenta algo importante: a ella también les arrebataron a sus hijos; ella también fue madre.
Pero empecemos por el principio. En el comienzo de los tiempos, cuenta nuestro Evangelio, Dios creó la luz, el cielo y la tierra, todo lo necesario para que tiempo después unos seres con alma y cuerpo pudieran disfrutar de su creación. Creó las montañas, los continentes, las piedras y los volcanes; también creo el agua, los lagos, los mares y las fuentes. Llenó el mundo de naturaleza, plantas, flores y frutos, además de tierra, arena, barro y animales. Por último, para concluir la parte material, creó el fuego y lo ocultó, pensando que tiempo después la humanidad lo descubriría y se convertiría en su instrumento más útil. Pero su obra estaba muy incompleta, por eso decidió agregar una parte vital a esa parte material y natural. Cogió un poco de barro y con algo de magia divina creó a la vez al hombre y a la mujer. A él lo llamó Adán; a ella, Lilit. Y los colocó en el Paraíso, un lugar hecho especialmente para ellos, para que vivieran felices y tuvieran hijos. Como último regalo, debido al afecto que sentía por su más preciada creación, Dios otorgó a sus dos seres humanos el don de la inmortalidad, pues el Paraíso era infinito y debía ser poblado por la estirpe que había sido modelada a partir de su alma divina.
Dios creó algo dotado de inteligencia, ideas, opiniones y criterio propio. Quería que, a diferencia de los demás animales, el ser humano tuviera derecho a pensar por sí mismo y ser independiente, predicando la idea del bien a sus generaciones. También que tuviera la habilidad de construir edificios donde vivir y talento para la creación, que hasta el momento solo se había reservado para él. Así, la comunicación entre la especie progresaría y el Paraíso se pintaría de más colores que el verde esperanza.
Aunque ambos individuos, hombre y mujer, eran sumamente bellos, la belleza de Lilit sobrepasaba a Adán. Su cuerpo desnudo se convertía en un cielo rosado mientras sus cabellos largos y rojizos rozaban su piel. El Paraíso era el lugar ideal para ellos, un sitio donde disfrutar de todos los placeres de la vida. Adán y Lilit controlaron en poco tiempo todos los instrumentos de música, deleitando a los ciervos y a los gorriones con su cantar: lira en mano de él, voz en mano de ella. Las aves y los peces se estremecían con sus cantos y los árboles mecían sus ramas con la suave brisa. Allí donde se movía el viento, se escuchaba la voz de la hermosísima Lilit y el talento con las cuerdas del primer hombre. Juntos, enamorados y entrelazados con sus cuerpos, dieron la vida a catorce hijos, y luego a más, y más. Todos crecieron sanos, correteando por los prados, disfrutando del Sol del Paraíso, el cual les iluminaba la cara rosácea. Las niñas heredaban el primor de su madre, los niños la complexión de su padre. Adán y Lilit, junto con la inmensa familia que habían formado, no podían ser más felices. Dios, desde la inmensidad del universo, contemplaba su creación con satisfacción. Aquel mundo paradisíaco había sido la salvación a su soledad.
Pero, muchacho, has de saber que todas las relaciones humanas tienen enfrentamientos por el choque de ideales. Y nada es idílico, como nos cuentan algunas historias, tan viejas como la misma Ciudad Sagrada. Una noche, mientras Lilit y Adán disfrutaban de una placentera velada uniendo sus cuerpos en la oscuridad, la mujer manifestó su queja por el ansia de dominación de su contraparte.
‘¿Por qué, oh, hombre vil y ambicioso, montas encima de mi cuerpo para cabalgar y yo, que soy tan igual como tú, no dejas que interprete tu papel?’
‘Por muy semejantes que sean el hombre y la mujer, una hembra nunca sembrará la semilla en el macho’
Es obvio que Adán, irracional de sensibilidad, nunca entendió el mensaje de su mujer. Y por ello sufrió las consecuencias. Lilit, harta de que su hombre ideal quisiera anteponer su conducta dominante sobre ella y sus deseos de poseerla, rogó a Dios que la expulsara de aquel lugar, pues era una ofensa para ella como mujer el hecho de soportar la sumisión total de su persona y el silencio como condena. Dios se negó totalmente, viendo amenazada su más preciada creación. Lilit, decepcionada con todo lo que le rodeaba, abrió los ojos en aquel momento: todo ese momento había vivido feliz, pero el hecho de que Adán la considerase inferior detrás de la cortina había estado siempre ahí. ¿Dónde habían quedado los valores de la creación: el respeto y la igualdad? Dios, enfadado con la primera mujer, intentó convencerla para que se quedase, argumentando que las circunstancias de vivir en comunidad con el primer hombre y las demás especies habían determinado su papel en el Paraíso. Lilit no podía creer lo que estaba oyendo; había vivido engañada todo ese tiempo. Si su papel era ese, aquel no era su lugar.
‘Pues si ese es mi papel, prefiero irme de aquí. Y me iré. Quieras o no’
Esas fueron las últimas palabras que la primera mujer le dijo a Dios. Acto seguido, pronunció el nombre de su Creador en vano para poder abandonar el Paraíso. Y un torbellino de rosas cogió el sensible cuerpo de Lilit y la transportó a la Nada. Cuando la mujer abrió los ojos tras la inmensa oscuridad, se encontraba en un lugar frío y desolado. Un lago del color de la turmalina se extendía al lado de ella. Sus pies tocaban la orilla. Y el nombre de Dios retumbó en el cielo:
‘Mujer, dada tu rebeldía y tu decisión de abandonar el lugar que te he dado, vivirás en esta tierra al que llamé Infierno, un mundo que quiso ser Paraíso y se quedó en las más solitarias ruinas. Como castigo por tu insolencia, tus hijos serán desterrados contigo y vivirán en la desdicha eterna junto a ti. Esto no quedará así. Crearé a una nueva hija que te reemplace y esta vez ella será la encargada de dar a luz la verdadera humanidad’.
El torbellino de rosas volvió, esta vez para entregarle a Lilit su infinidad de hijos, que fueron posados junto a las orillas del lago, algunos berreando, otros en silencio. Los días pasaron y el hambre quiso hacerse un hueco entre todos aquellos seres tan desgraciados cuya boca seca y estómago vacío reducían sus fuerzas. Lilit ya no era aquella bella mujer que había sido feliz junto a su Adán. Ahora su pelo estaba encanecido y las arrugas habían adornado su hermosa y pasada tez. Su juventud se había consumado.
De repente, algo le hizo recuperar la esperanza. En un mar de hijos muriéndose de hambre, dos ángeles celestiales, enviados de Dios, aparecieron en el cielo. Armados y leales a su Creador, intentaron convencer a Lilit para que volviera al Paraíso, aceptando su destino, el destino que el proceso vital le había asignado. Así, sus hijos y ella misma no volverían a pasar hambre. Pero la mujer, leal a sus ideales, se negó. Los ángeles, mirándose a sí mismos, sentenciaron el sino de la desdichada.
‘Pues la mortalidad te acompañará el resto de tus días’
Y se fueron batiendo sus alas imperiales. Tiempo después, los gritos de hambre de los hijos de Lilit anunciaron su repentina muerte. Viendo los cuerpos de sus retoños sin vida, Lilit lanzó al aire el grito más desgarrador que la humanidad oyó jamás: el grito de una madre dolida y desesperada.
Muchacho…dicen las viejas sabias que cuando nos parten el corazón en dos nos volvemos el ser más malvado del mundo. De hecho, los grandes villanos de nuestras historias ancestrales nacen del dolor y de una experiencia tan oscura como la noche. Lilit convirtió su nuevo hogar en un lugar todavía más siniestro. Las nubes rugían en el cielo, salvajes y tenebrosas. Ahora ya no tenía el pelo encanecido, sino una fina melena negra con tonalidades moradas. Las arrugas desaparecieron de su piel, dando paso al brillo y a la fortaleza. Su piel se había convertido en una armadura. La belleza de Lilit había vuelto. Pero ya no era aquella mujer delicada y melodiosa, sino un ser totalmente diferente. Vestía una especie de túnica larguísima, la cual cubría a todos sus hijos y dejaba descubierta la parte superior del torso. Sus ideales se habían convertido en ideas firmes y ansias de venganza.
Miró al lago y contempló sus aguas, que se habían vuelto aún más negras. Cortó el aire con su brazo derecho afilado y apuntó. Su uña puntiaguda brillaba en las ondas de la superficie. Cerró sus ojos felinos y murmuró unas palabras que salían desde el fondo de su corazón. Corazón que se había recubierto de un tejido venenoso y pétreo, rasgos de un órgano roto y muerto.
‘Levantaos y andad’
Miles de cadáveres de niños se despertaron de su eterno sueño y comenzaron a andar, dejando caer sus infantiles brazos y balanceando la cabeza. Un muñón tremendamente viscoso luchaba por romper la carne de sus espaldas para dar lugar a dos monstruosas alas de murciélago. Lilit observó a sus podridos retoños, mientras unas lágrimas rojas descendían por su rostro, bello de nuevo.
‘Rebelaos contra el Padre. Rebelaos contra su dogma: ¡el Bien! ¡Recorred la tierra y engendrad hijos, y más hijos! Poblad estas llanuras y contaminad sus aguas. Preparemos nuestra venganza en silencio, mientras construimos nuestro ejército de fieles oscuros. ¡Destronemos al Creador!’
Las últimas palabras de Lilit propiciaron miles de gritos desgarradores a la vez de seres monstruosos, que se retorcían y empezaban a volar, revoloteando alrededor de ella. Lilit los acariciaba, pues la sangre que corría por las venas de aquellos demonios era suya, y del primer hombre, que los había traicionado. Y con sus garras de súcubo destrozó las gargantas de su propia estirpe para beber de su sangre y extenderla sobre sus pechos desnudos en movimientos circulares. Porque aquella sangre había salido de ella, y como suya tenía derecho a lamerla y regocijarse en ella. El tejido podrido y dañado de aquellos diablos se regeneró, pues ya estaban muertos.
Y así cuentan las historias ancestrales el origen del Mal, a manos de una mujer. Lilit vivió toda la eternidad, cumpliendo efectivamente su venganza tal como la había planeado. Cuando Eva, la segunda mujer de su Adán, fue desterrada del Paraíso por comer de la fruta prohibida, bajó a la Tierra con el primer hombre para dar a luz una estirpe nueva de mortales, que formarían la raza humana. Miles de siglos después, Lilit se encargaría de robar aquellos niños recién nacidos, privándoles a sus madres de lo que a ella se le privó: la sangre de su sangre y la carne de su carne. Algunos dicen que Lilit desgarraba a los bebés que raptaba hasta hacerles desangrar. Otros, más compasivos, decían que se los llevaba a una cueva solitaria en los confines del mundo, para protegerlos de los hombres y para que crecieran sin el veneno de la vida en sociedad. Las lenguas más piadosas afirmaban que los guardaba en un baúl en algún sitio de su mundo infernal. Al fin y al cabo, y como madre, rezaban esos escritos, Lilit no sería capaz de quitarle la vida a aquello que nunca pudo disfrutar.
Se cuenta que una vez Lilit y Eva se encontraron, en el límite que separa la Tierra y el Inframundo, y que la diosa del Infierno sintió compasión por aquella débil muchacha que había salido de la costilla del primer hombre. Pero que también sintió envidia, pues a ella, a pesar de ser mortal, se le reservaba el privilegio de engendrar niños sanos y hermosos para que poblaran de naturaleza y saber aquellas tierras terrenales. Sin embargo, sintió pena y rabia, pues el hecho de haber salido de la costilla de Adán y no haber sido creada al mismo tiempo, le condenaba a ser inferior el resto de sus días. A pesar de que trató de convencerla para que se rebelara igual que ella, Lilit no consiguió nada y decidió vivir al margen de la Tierra, en su mundo infernal donde todavía podía ser ‘La Reina’, sin ningún hombre que la condicionara.
Así que, muchacho, cada vez que pienses que tu madre puede dejarnos en cualquier momento, piensa que en ellas reside una capacidad de decisión y fortaleza que nosotros no llegamos a entender. Recuerda que Lilit, por reclamar la igualdad que al principio conservaba y con el tiempo había perdido, tuvo que hacer frente a la expulsión del Paraíso, la ira de su Creador, la muerte de todos sus hijos y la condena eterna en el Inframundo. Y después de pasar todo eso, pasó a la historia ancestral por ser una mujer libre y rebelde, lejos de la contaminación social y el control de todo aquel que quería dominarla. Y eso la llevó a la soledad pues, aunque se convirtió en reina de los súcubos al demostrar que no es más libre el que más fiel a Dios se cree.’
Me quedé en silencio, masticando la historia parte por parte. Me acaricié el pelo.
- El Bien y el Mal son relativos, chico. Puede que todo lo que tiene que ver con lo celestial sea ejemplo para los demás, pero recuerda que Lilit solo fue libre hasta que tomó sus verdaderas decisiones. Y gracias a ellas consiguió ser recordada por todos, aunque para sus traidores obviamente supuso el nacimiento de la vileza. ¿Y sabes por qué toda esa vileza? Porque primero fue humillada por su condición de mujer, y después su corazón estalló en mil pedazos al sufrir como madre. Y aun así nunca se rindió cuando tomaba venganza.
- Y todo el mundo la acabó considerando seno del mal.
- Por ser mujer. Y querer ser libre.
Cuando me despedí del Maestro la noche era profunda y oscura. Mucho más relajado, observé como mi madre plácidamente dormía antes de irme a la cama. Por un momento quise ver a Lilit, la heroína que fue juzgada injustamente por ser quién era. Y en ese momento me di cuenta de que la reina de las súcubos, al fin y al cabo, no era tan malvada. Luego, el rostro de mi madre volvió a su sitio. Su rostro firme, sus labios delicados y su cabello fuerte. Con una sonrisa tan tierna como la seda, quise pensar que mi madre procedía de la estirpe de Lilit, de las guerreras, de las fuertes, de las que luchan por salir adelante…en definitiva: de las que nunca se rinden.
«Duérmete, mi Sol, mi cielo. Cierra tus diminutos ojos y agárrate con fuerza a las sábanas azules antes de conciliar el sueño. Si no haces lo que te digo, Lilit vendrá a por ti y te llevará al reino del mal». 

miércoles, 5 de octubre de 2016

Tengo hambre



Caminó un poco más a la derecha y dio con la calle que tanto estaba buscando. Allí estaba, aquel chaval joven sentado en el suelo, con el abrigo roto y una lata abierta y medio rota al lado de él. Cerca, un pequeño papel vertical rezaba: «Tengo hambre». Deen se sentó, embriagado de tristeza, y lanzó una moneda a la lata, cuyo ruido despertó al pobre mendigo de su ensimismamiento. Le miró y sonrió. Deen se acurrucó en la pared y dobló las rodillas, acercándose al joven. Y dejó que las palabras se colaran en el aire.
- Posiblemente nunca me habrás visto, ya que siempre estás con la cabeza hundida entre las piernas. Pero yo te conozco muy bien. Cada día, cuando voy a comprar, veo muchísima gente durmiendo en la calle y pidiendo algo que comer. Mucha gente evita la mirada, pero pocos sabemos lo que se siente, ¿verdad?
- Esa gente que se avergüenza de mirarnos es porque tiene una cama caliente todas las noches y un buen filete de pollo que comer.
- Hoy por la mañana me he levantado del colchón. Me he vestido rápidamente y me he aseado con agua fría. Dicen que es buena para la circulación, ¿sabes? Casi me convierto en un iceberg, pero ya estoy acostumbrado. Nunca me ha importado ver cómo se me calan los huesos. La otra opción es ver cómo mi hijo se muere en la bañera tras tiritar hasta la muerte, así que prefiero dejarle la poca agua caliente. Después he mirado la despensa y he tenido la suerte de encontrar un trozo de pan y un poco de azúcar. A veces solo encuentro hormigas, por lo que no sé si sentirme afortunado o desgraciado. Tras pasar cinco minutos, me siento afortunado al pensar que gente como tú lo está pasando peor. Y en realidad tampoco tiene mucho sentido, ya que me espera el mismo destino. Así nos cuidan.
- Todavía recuerdo cuando vivía en una casa, rodeado de calor. Los animales están acostumbrados de pequeños a resguardarse, pero la humanidad es demasiado perezosa y débil para sobrevivir de verdad. Dicen que maduramos cuando nos rompen el corazón o cuando se nos muere una persona que queremos. Pero yo realmente maduré cuando empecé a buscar cartones y suplicarles a las señoras del supermercado unos cuantos céntimos para que no me siguiera rugiendo el estómago. Varias veces me he dormido repitiéndome a mí mismo «Me muero, me muero» y despertaba luego al día siguiente, dándome cuenta de que todo seguía igual. Es así como maduramos, cuando sucede lo que creemos que nunca nos pasará. Así que aprovecha tu privilegio de encontrar pan, hormigas y ducharte con agua fría mientras puedas. El río está demasiado helado. Y también tienes dos opciones: o bañarte allí o soportar cómo la gente huye de ti por tu olor. Aunque huye de ti de todas formas. Muchos creen que en realidad no somos así, y que hacemos esto por gusto. Claro, teniendo un trabajo y comida, una familia, unos amigos y una buena colonia que te cubra toda tu podredumbre es muy fácil girar la cara y fingir que esto nunca te va a pasar a ti.
- No sé cuánto tiempo me queda antes de que vengan «las marionetas altivas» a destrozar mi puerta y llevarnos a los dos. Mi hijo vive en unas condiciones pésimas y yo no puedo ocultarlo más. En el colegio, todos preguntan el porqué de esas ropas tan viejas y de tres tallas más grandes. O el porqué de que nunca vaya a una excursión. Después se encierra en su habitación y moja de lágrimas el colchón, gritando su injusticia. Yo le digo que ser diferente está bien.
- ¿Cómo se puede mantener un hijo siendo tan pobre?
- El truco está en hacer que todo sea lo más normal posible. Por las mañanas, Jimmy se baña calentito y luego desayuna un poco de leche rancia y un poco de pan con la mermelada que robo la tarde anterior en una tienda cercana. Se peina su pelo grasiento y se viste. Él es muy vergonzoso en ese aspecto y corre a su habitación a hacerlo, aunque creo (y él no me lo dice) que se viste en privado para que no me dé cuenta que la ropa le queda grande y que es de su abuelo. Cuando se va al colegio, realmente estoy más ocupado de la cuenta, ya que me paso todo el tiempo buscando trabajo y consiguiendo algo de comida. En el colegio, Jimmy siempre encuentra alguna que otra fruta para media mañana, ya sea en un árbol del jardín o en la parte superior de un cubo de basura. Él tiene una teoría, y es que la comida todavía es comestible si no pasan veinte segundos desde el momento en que se tiró. Y así, Jimmy observa a la gente y su teoría funciona. Yo le felicito por ser un buen detective al llegar a casa, cuando los dos estamos en la mesa con un trozo de queso sobre el plato. Y en ese momento hay que jugar a los ratones, por lo que uno es el gato y otro el roedor. Y uno de los dos se queda sin el queso, ya que mientras que el ratón tiene que atraparlo, el gato tiene que robárselo. Y el ratón siempre gana, por lo que el gato se queda sin queso. Jimmy siempre me llama «¡Perdedor! ¡Has perdido el queso! ¡Menudo gato tan torpe!» cuando consigue el trozo, mientras lo devora como si fuera lo primero que come en mucho tiempo. Por la noche, cuando nos hemos cansado de leer libros viejos y dar paseos jugando a ver quién encuentra antes un anuncio de gente que busca a superhéroes por un precio increíblemente bajo (ya que los superhéroes trabajan por poco porque son superpoderosos), sacamos el colchón al jardín y contemplamos las estrellas. Jimmy busca a su madre por todo el cielo hasta que señala la estrella más brillante y le susurra un «algún día estaré contigo arriba, al lado de esa estrella tan brillante». Lo curioso es que Jimmy siempre señala una estrella diferente. Me pregunto si alguna vez caerá en la cuenta de que su madre no está al lado de ninguna estrella, sino que es una de ellas. Y así todos los días…rezando para que los servicios sociales no se den cuenta de nuestro juego y se lo lleven a la cueva del pingüino, en las alcantarillas. Siempre fuimos humildes, pero vivíamos más o menos bien hasta que me echaron del trabajo. No querían demasiados barrenderos por estas calles.
- Yo era abogado. Y era un ser despreciable. Bueno, en realidad me fui convirtiendo con el tiempo porque hasta mi madre me dijo un día que yo no parecía su hijo. Alcancé el éxito más exagerado tras ganar un caso que parecía imposible, pero todo se vino abajo por la envidia de mis primos. Destruyeron mi familia y convencieron a mis seres queridos de que yo no valía la pena. Mi altivez fue la gota que colmó el vaso, por lo que el juego les salió redondo. Primero fue la bebida, luego el casino…y luego mi total destrucción. Pronto me quedé sin dinero y me vi obligado a mendigar por los supermercados y el centro. Pero todavía conservaba mi móvil y mis ropas bien perfumadas y elegantes. De poco me sirvió. La gente te mira mal si te ve en una puerta del supermercado. Esta lata ha permanecido quieta desde entonces; no se ha movido porque no alerto a la gente agitando el bote para que me den dinero. Prefiero que se den cuenta de que lo paso mal cuando tengo arcadas al dolerme la barriga o cuando se me ponen los ojos en blanco de inanición. Todo el mundo me ha dado de lado. Y mi día a día no es muy diferente del tuyo. De seis de la mañana a doce me recorro la ciudad buscando algún anuncio misericordioso y después vuelvo a mi puesto de guardia, con mi lata fiel. En mi cartel no digo que estoy en paro o que soy de este país. Simplemente digo la verdad, que tengo hambre; porque en verdad no hay un solo minuto en el cual me sacie. Lo más abundante que he comido en dos años ha sido una pera. Y bueno, unas patatas fritas que habían tirado unos niñatos pijos al salir del Burger Seat. Si te digo la verdad, de noche es cuando peor lo paso, cuando vienen a pegarme y a meterse conmigo. Yo la calle la trato con respeto, pero hay personas que se divierten quitándome los cartones, dándome patadas o rociándome con gasolina, amenazándome con limpiar las calles de ratas como yo para que la ciudad tenga una imagen mejor. A lo mejor si me diesen una cebolla podrían limpiarla mejor. Y luego, puede que esos abusones caigan en desgracia y acaben viviendo en la calle. ¿Y ahora qué? Que si lamentos por haberse metido con un mendigo, que si castigo divino. La humanidad nunca aprende. Somos inútiles.
- Puede que la mayoría de personas vean la noche como divertimento o descanso. Yo la veo como la personificación de esa muerte que está por venir, de la soledad y la angustia.
- Pues yo creo que es el mejor momento para robar y vengarte de todas esas miradas que a lo largo del día te alcanzan como puñales afilados y te desgarran las entrañas. Una tienda de comestibles, un supermercado o un pequeño comercio inofensivo. Todo vale cuando se trata de llenar el estómago, amigo. La calle es difícil, muy difícil. No es lo mismo que ir a buscarse la vida durante el día y luego dormir en unas cuantas plumas bajo un techo o un colchón. La calle, por muy libre que parezca, es una cueva de osos donde no hay que bajar la guardia en ningún momento. Pueden atacarte, escupirte, señalarte, robarte…o incluso algo peor en contra de tu voluntad. Nunca sabes con quién te vas a encontrar al abrir los ojos. Aunque yo he tenido mucha suerte en ese aspecto, ya que mis propios compañeros de profesión (ya sabe que decir las cosas de forma irónica alimenta el alma y la positividad) me «cuidan». La mayoría de gente que mendiga no lo hace realmente. Hace tiempo vi a un hombre bien vestido y jugando al móvil mientras esperaba a que alguien le diese unas monedas. Si yo fuera él, ¿no habría sido más sensato aprovechar todo ese tiempo en buscar un trabajo? Si tienes un móvil y ropa que huele a limpio tienes más posibilidades de que te contraten. También hay otros que son magníficos escritores, ya que sus carteles de necesidad se convierten en verdaderas biblias. Pero luego, cuando las pobres señoras le dan algún céntimo, corren al supermercado a por un cartón de vino o al estanco a por un paquete de tabaco. ¿No es vergonzoso? Por no decir la gente que rechaza comida por dinero. Seguro que se van a comprar unos zapatos de claqué y por eso prefieren que sueltes la pasta antes de que te des cuenta de que su estómago está lleno y todo es una farsa para seguir estafando a las personas. ¿Y qué me dices aquellos que utilizan las enfermedades como excusa? Mala suerte; el ser humano es demasiado malvado y cruel para sentir pena. ¿Todavía no se han dado cuenta de que el 90 % tenemos el corazón hecho de la piedra más dura?
- Por eso tu caso me llamó tanto la atención. Dos palabras, tan sencillo como la vida misma. Es difícil encontrar a alguien tan sincero…
- De hecho, por estos lares creo que soy el único. Bueno…quizá no. ¿Conoces a la niña de los ojos azules?
- Creo…que no tengo el gusto.
- La llamamos así porque ella se siente muy joven, pero en realidad tiene setenta y nueve años. No es de aquí, nació en Europa del Este, pero como si lo fuera. Tiene un desparpajo increíble, aunque no lo muestra cuando trabaja de cara al público. Se pone todos los días en su esquina de la calle principal con una expresión llorosa y dramática. Ella luego nos dice que es para ver si alguno afloja el bolsillo, pero en verdad creo que lo está pasando muy mal. Sus hijos no la querían en casa y le dieron una patada en el culo. No hay más que verla: sus arrugas todo marcadas y sus comisuras labiales llenas de años, como los troncos de los árboles. Apenas extiende la mano para ver si hay suerte y una moneda o dos caen del cielo. Tengo que decir que es la persona más humilde que me he encontrado nunca. Alguna que otra vez compartió pan y chocolate conmigo. Ese fue uno de los mejores días de mi vida. De hecho, nunca lo olvidaré. Llegaba envuelta en pequeñas monedas y compró comida para todos, como si fuéramos sus nietos. Una chica negrita con un gorro de lana que le ocupaba media cara se puso a llorar cuando rozó el chocolate entre sus manos. Había una pareja de mendigos que se reía detrás de nosotros, advirtiéndonos que la vieja se estaba burlando. Más me reí yo cuando a la semana les robaron las mochilas. La mujer, con la cara congestionada, no paraba de chillar. Como ve, todo esto es un mundo.
Deen miró al indigente con un rayo de piedad. Era el momento.
- Puede que la niña de los ojos azules sea honesta. Pero quizás yo no lo he sido del todo.
- Lo sé, Sr. Stevenson.
Deen se quedó pasmado al oír su apellido. De repente, lo entendió todo.
- Vi fácilmente su tarjeta en el bolsillo de su camisa medio rota. Deen Stevenson. Así que Multiesencias, ¿no? ¿No es ese el centro comercial que hay en la calle principal?
- Tu historia me ha conmovido. Y quise compartir la mía contigo. Todo lo que te conté sobre Jimmy es verdad, y bueno, todo lo que pasé también es cierto. Pero mi vida dio un giro de trescientos sesenta grados gracias a que nunca perdí la esperanza. Y ahora trabajo en la administración del centro comercial. 
- Sí, tiene pinta de ello. Me alegro de que no sea un «maestro de la represión».
- No, no le estoy engañando ahora. No soy un poli o algo parecido. Vengo a ofrecerle trabajo. Quiero que salga de la calle y que comience una nueva vida.
Los ojos del chico se abrieron como platos, mostrando el amago de lo que serían minutos después una cascada de lágrimas.
- ¿Qué me dices? Un puesto de trabajo en la secretaría de Multiesencias. El primer mes la empresa se encarga de todas tus necesidades: ropa, alimentación, transporte…Yo personalmente me encargaré de motivar tu comienzo.
- Y, dime… ¿por qué he de fiarme de ti? ¿Por qué hace esto exactamente? Soy una persona que ha sufrido mucho y que ha recibido palizas por todos lados. ¿Y si luego me deja tirado?
- Hago esto por mi hijo. Murió hace un año y medio, cuando todavía vivíamos en la miseria. ¿Sabes lo que más me duele? Que Jimmy nunca conoció el hecho de vivir sin preocupaciones. Siempre tenía que correr para que no se acabara el agua caliente, o recibir un juguete usado y viejo (posiblemente robado) cada tanto. Nunca supo por qué los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez eran los que se portaban mal en vez de él. Su infancia estaba hundida en el lodo. Y murió de hipotermia en el invierno. Adivina qué…yo no pude pagar sus medicamentos. Por eso se lo debo. Y quiero hacer esto. Estoy decidido. Ya no puedo cambiarle la vida… ¿por qué no hacerlo con otra persona que lo pasó aún peor que él?
El joven indigente se levantó y le dio un fuerte abrazó a Deen, susurrándole entre lágrimas:

- Ahora sé cómo devolverle el gesto del chocolate a mi amiga de los ojos azules. 

lunes, 1 de agosto de 2016

Happyland







Happyland. Parte 4




ACTO IV
Se abre el telón y aparece una plaza grande, simulando ser el espacio público de la ciudad. El canto de los pájaros y la brisa suave entonan la melodía de la mañana. Un tablado enorme se sitúa en el centro de la plaza. Un poco más atrás, una gran muralla con destellos rojos se levanta. Al fondo, el palacio de Dexter, con dos banderas negras y grises alzadas a cada lado del balcón. Varios guardias se alinean mientras recorre la atmósfera un silencio abrumador y decadente. Se oyen voces desde lejos. Dos guardias conversan sutilmente a las puertas mientras el general Zander y Dexter charlan animadamente en el balcón.

ESCENA I
SOLDADO 2: Este silencio...me agobia.
SOLDADO 1: (Gira la cabeza a su compañero) Ya se ha roto.
SOLDADO 2: Se avecina...tormenta.
SOLDADO 1: ¿Tú crees?
SOLDADO 2: La huelo.
SOLDADO 1: (Gritando fuertemente) ¡Soldados! ¡Armas!
(Se oye un ligero movimiento de rifles y empiezan a redoblar tambores)
SOLDADO 2: El jefe está hablando con Dexter ahí arriba.
SOLDADO 1: No tardará en bajar. Te lo aseguro. (Al resto de la guardia) ¡Avancen!
(Ligero movimiento de pies)
SOLDADO 1: ¡Apunten!
(El redoblar cesa)
SOLDADO 1 (A su compañero): Esta vez no es como las demás.
SOLDADO 2: El amanecer...es símbolo de muerte.
(Entran los artistas manifestantes con Jack y Giselle a la cabeza, todos maquillados de payaso)
SOLDADO 1: No puede ser...
SOLDADO 2: Son más de treinta. Podremos con ello.
SOLDADO 1: ¿Te has fijado bien?
SOLDADO 2: ¿Qué?
SOLDADO 1: Ella. ¡Mírala!
DEXTER: (A la multitud) ¡Giselle! ¡Hija mía!
(Asombro general y confusión)
JACK: (A Giselle) ¿Eres la hija del dictador de Líbera? ¡Maldita traidora!
GISELLE: Jack...ahora lo recuerdo... ¡Ya recuerdo quién soy y de dónde vengo!
DEXTER: ¡Hija mía! ¡Te creía perdida! ¿Por qué no me hiciste caso y volviste a casa en vez de correr hacia el bosque llena de desesperación y angustia? ¿Acaso no te di todo lo que querías en tu infancia? ¿Por qué me partiste el corazón confesándome que estabas de parte del pueblo? ¡Una hija tan honrada como tú nunca debe cuestionar el trabajo de su padre!
(Gritos varios de los artistas)
DEXTER: ¡Silencio, desgraciados! ¿Quién sois vosotros para levantarme la voz o para protestar? ¡Yo fui quien levantó esta ciudad de la miseria, maldita ciudad perdida en las montañas sea! ¡Yo fui quien os dio un trabajo digno y un motivo por el que vivir! ¿Y así me lo agradecéis? En vez de callar como ovejas, montáis el circo en mi propia casa.
JIMMY: ¿Y quién eres tú? ¡Ya sé! ¡Un viejo endemoniado que priva de libertad a la gente! ¡Bastardo!
DEXTER: ¡Guardias, apresadlo!
(Dos soldados cercanos detienen a Jimmy)
JACK: ¡Alto! (A Dexter) Devuélvenos a Cygnus. ¡O haremos que este palacio se caiga piedra a piedra!
DEXTER: ¿Te refieres a ese carnicero místico? ¡Más que fusilado está! Y bien me reí cuando vi cómo le agujereaban todas las partes de su podrido cuerpo.
(Silencio)
ALEXANDER: ¡Cygnus, amigo mío! ¡Que carne picada manejaste toda tu vida y en eso te has convertido!
DEXTER: ¡Devolvedme a mi hija y os dejaré libres por esta vez!
GISELLE: ¡No! ¡Ahora estoy con ellos! ¿Cómo te atreves a manipular los corazones y las mentes de esta gente, padre? Me escapé de casa porque prefiero llenarme mis vestidos de barro y lluvia a vivir bajo el mismo techo que un tirano. ¡Tú y tu poder cavaréis la misma tumba!
DEXTER: ¡Guardias! ¡Traed a mi hija conmigo de inmediato! Y si hacen falta unas cuantas bofetadas para domarla, que corra la sangre de mi cuenta.
(Giselle, antes de verse entre los brazos de la guardia, escapa calle arriba)
GISELLE: ¡Todo el pueblo se enterará de esto!
DEXTER: ¡No dejéis que se escape!

ESCENA II
GISELLE: (Gritando estruendosamente) ¡Gentes de Líbera! ¡Despertad a vuestros hijos y a vuestros conyugues! Haced las maletas y marchad de esta ciudad como cobardes si no queréis luchar por vuestra vida y por vuestra libertad. Hace años me creó un monstruo, el dictador que ahora os engaña y controla, que ni me hizo feliz ni cuidó de lo que más quería.
(Varias personas se asoman a la puerta de su casa)
GISELLE: ¡Acompañadme con puños y miradas serias! ¡Recobremos lo que es nuestro y acabemos de una vez con esta tiranía! ¡Vamos a demostrarles a esos bellacos que el corazón del pueblo tiene más fuerza que el cerebro de cualquier líder!

ESCENA III
(Entra Giselle con un gran grupo de gente. Contemplan como algunos artistas se intentan defender de los ataques de los guardias)
JACK: ¡Agobiadísimo Dexter! Quisiera decir unas palabras antes de mi futura ejecución. Ahora que todos estamos presentes.
DEXTER: ¡Primero mi hija!
JACK: ¡Ahora mandamos nosotros! O me da el permiso, o no volverá a ver a su hija.
GISELLE: (A Jack, susurrándole) ¿Se puede saber que estás haciendo, loco?
(Silencio. Cinco segundos después, Jack se sube al tablado y se dirige a los guardias)
JACK: ¡Amigos! Aunque mil veces nos disparéis o golpeéis con vuestras armas, el daño físico no es comparable a la brecha que han abierto en nuestros corazones. ¿Qué necesidad tenemos de ser marionetas del Gobierno? ¿Qué necesidad tenemos de vivir bajo una dictadura que lo único que nos proporciona es dolor, sufrimiento y represión? Cuando yo era joven tanto mi madre como mi padre murieron ejecutados por defender su libertad. Y hoy vengo para vengar su muerte. Pero, tranquilos, no llevo ningún rifle o escopeta escondido tras el chaleco. Tampoco una navaja o un cuchillo para rebanar cuellos. Siento decepcionar a mis amigos los artistas, pero el arma más poderosa que llevo encima ahora mismo es mi palabra.
(Silencio absoluto)
JACK: Y la llevo encima porque considero que es el arma más poderosa que existe en todo el mundo. Con una palabra podemos expresar el sentimiento más bello del mundo y profanarlo a la vez. Con una palabra podemos rendir sumisión o alzarnos en insurrección. Con una palabra...se crea el mundo. Y se destruye. ¡Y hoy aquí lanzo a los cuatro vientos mi arriesgada confirmación de que la palabra es el único poder triunfal sobre la Tierra! Toda arma de fuego o blanca es inútil ante el poder de las palabras. Con ellas, somos mucho más poderosos. Y eso es lo que os quiero enseñar. Hubo una vez en que vosotros, valientes guerreros del lado equivocado, fuisteis escogidos para defender Líbera. Pero precisamente estáis defendiendo a la bestia que poco a poco está acabando con ella. Somos nosotros los que necesitamos defensa. Y aun así, nos maltratáis a palos. ¿No os dais cuenta de que Dexter os come la cabeza y os llena la mente de errores? ¿No os habéis parado a pensar que su poder no son las palabras, sino la guerra y su ego? ¡Quien se cree líder de una línea de seguidores está destinado al fracaso, a su propia destrucción! Pero, ¿sabéis lo que os digo? Que todo su cuerpo y alma es una coraza. El verdadero Dexter murió hace mucho tiempo. El líder, al darse cuenta de que su camino es equivocado, cae irremediablemente. Por lo tanto, su corazón se llena de oscuridad y se destruye, dejando la piel solo. ¡Y luego nos hace cree y os hace creer que todavía sigue en pie, como un valiente! ¡Abrid los ojos y ved de verdad a quien tenéis delante! ¿Quién es él? ¿No os dais cuenta? Es una persona más, como nosotros. ¡Una persona normal y corriente! ¡Como el resto! ¡Igual!
(Se oye un disparo)
JACK: ¡No!
ZANDER: Ya basta, payaso de circo.
JACK: ¡Jimmy! ¡Jimmy!
(Jack acude a los brazos de su amigo, el cual está herido de bala)
ZANDER: Tranquilo, bufón, no creo que mucha gente lamente su pérdida.
JIMMY: (Sin fuerzas) Jack...lo hemos conseguido...(Vuelve a su mundo) Oh, dios...me desangro...rojo...como las rosas...como mi nariz postiza...(Vuelve en sí) Jack...amigo...hasta el final...diles a los niños pobres que gracias...por darme compañía...cuando estaba solo...(Muere)
(Agitación de soldados)
ZANDER: ¡Toma un rifle! Y apúntame a la cabeza. ¡Bum!
(Jack coge el arma y mira fijamente al general, conmocionado por la muerte de su amigo)
ZANDER: ¿Ves? No eres capaz de hacer nada. ¡Eres un vulgar cobarde!
(En un rápido movimiento, el general agarra por el brazo a Giselle y le rodea el cuello)
ZANDER: ¿Y ahora, Jackie? ¿Podrás apretar el gatillo?
(Los soldados, dándole la espalda a la multitud, se encaminan a paso rápido hacia el palacio de Dexter)
DEXTER: ¡Qué hacéis, descelebrados! ¡No es a mí a quien debéis atacar)
ZANDER: (Gritando a pleno pulmón) ¡Volved, soldados! ¡Retroceded vuestros pasos o lo lamentaréis!
(Las dos últimas filas de soldados apuntan amenazantemente al dictador. Otros tres suben al balcón y lo apresan fuertemente. Dexter, derrotado, baja la cabeza)
DEXTER: ¡Oh, cielo santo! Aquí y ahora he perdido, siendo traicionado por mis propios hombres. ¡Qué fuerza tan poderosa puede que tengan las palabras que dices, payaso, que alteran lealtades y envenenan corazones! ¿Y ahora qué? ¿Me ejecutarán por todos los muertos que han comido tierra por mi nombre? Si queréis ejecutarme, hacedlo con mi hija, pues el no verla ya es suficiente castigo. ¿Perdón? ¡No pediré perdón por algo que yo consideraba lo correcto! ¡Jamás!
JACK: (A Zander): Suelta...a Giselle.
(La multitud se abalanza sobre el dictador, asaltando el palacio de manera violenta)
GISELLE: (Entre lágrimas) Al menos...(bajando la cabeza) lo intenté, Jack.
JACK: Giselle. Mírame. Eh. (Sonríe) Eres la persona más valiente que jamás vi. Ahora sé que la naturaleza del ser humano es individual en cada persona. A pesar de que la naturaleza de tu padre era la maldad y la represión, tú elegiste no seguir ese camino. Valentía y coraje son los lingotes de oro que adornan tu alma, Giselle. En ti reside la virtud y la libertad. Movilizaste a casi todo un pueblo para enfrentarse a la persona que te vio nacer. No traicionaste tus ideales. Ni la gente que desde el principio te abrió los ojos.
ZANDER: ¡Ni una palabra más!
(Giselle saca una daga que tenía escondida, mientras Zander la empuja hacia delante para posteriormente, dispararle)
JACK: ¡No! ¡No!
GISELLE: General, antes de que la podredumbre de tus sucias manos me perfore la espalda, yo me bañaré en sangre gracias al poder de la daga. Seré yo y no tú la que tenga el honor de haber asesinado a la hija rebelde del dictador. ¡Non moriar!
(Giselle se clava la daga y se cae de rodillas, ante la atónita mirada de Zander)
GISELLE: Te quiero, Jack. Por la libertad de Líbera...has...t...a...el...f...
(Jack acude a sus brazos, ya inertes. Mientras, Zander huye entre la multitud)
JACK: ¡No morirás hoy en mis brazos ni estampada en el suelo, Giselle! El mundo te recordará como la bella heroína que espantó al monstruo que quiso acabar contigo. Monstruo que por allí huye, asustado como un perro, con el rabo entre las piernas. ¡Qué paradoja! Que Líbera hoy nazca y tú hoy mueras. Triste muerte que lleva a la nada, y la nada, nada es. Que no se engañen mis ojos con vidas eternas que alimentan el miedo que el hombre tiene a morir. ¡Cuando se expira, se deja de existir! Pero una cosa más, quiero decir. Que nunca se olvida el recuerdo, que siempre perdura. Hoy, Giselle, has muerto siendo una guerrera. Y serás recordada como la principal amazona que, con sus gritos de libertad, alentó al pueblo a conseguir el fin de su esclavitud. Tu padre, eternamente llorará tu pérdida, y se arrepentirá mil veces de haberte tenido y otras mil de no hacer nada para que tú volvieras a sus pies. Ve y únete con mi amigo en algún lugar, venciendo a la nada. Y que los dos seáis muy felices en esa realidad paralela, en esa otra oscura dimensión, o quién sabe si llena de más luz que esta. Descansa en tu lecho eterno mientras yo me encargo de gritar a los cuatro vientos tu nombre. ¡En tragedia acabó la historia de Líbera! Pues siete mil milenios de luto pondré en este lugar para que todos te recuerden, y así puedas seguir viva. Pues no hay mayor honor que saber que una mujer tan valiente y tan fuerte como tú nos recordó que una de las cosas más importantes que hay en el mundo es la lealtad y fidelidad a lo que siente el corazón. Omnes una manet nox.
(De fondo se oyen los gritos de los habitantes de Líbera, entonando la canción de Happyland, eufóricos por ser de nuevo, libres. Mientras tanto, Jack llora sobre el cadáver de Giselle mientras esta duerme para siempre)
FIN